De diplomática a directora de la clínica familiar
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“Una de las cosas que tenía claras cuando tuve que elegir carrera es que no quería hacer medicina”
“Si miro atrás, nunca hubiera pensado que acabaría co-liderando la empresa familiar. Es una gran satisfacción”
Biografía:
Laura es la hija mayor de Rafael Rodríguez y Eulàlia Rusiñol, y es la gerente de la Clínica Oftalmològica Rubí. La ilusión de sus padres, comprensible en dos oftalmólogos apasionados hasta el punto de crear su propia clínica, era que ella sintiera la misma vocación y continuara su proyecto profesional. Sin embargo, la expectativa resultó contraproducente. Laura tenía otros planes. “Una de las cosas que tenía claras cuando tuve que elegir carrera es que no quería hacer medicina. Quizás por el gran sacrificio y esfuerzo que veía en casa. A mí me parecía imposible llegar a ser lo que eran mis padres”.
Tanto Laura como Elena, su hermana menor que es oftalmóloga en la clínica familiar, vivieron una infancia condicionada por la entrega profesional de sus padres. Por tener una clínica privada, Rafael y Eulàlia llegaban muy tarde a casa y los fines de semana estudiaban técnicas quirúrgicas y nuevas patologías. “Yo me había llegado a tragar en la televisión de casa interminables horas de vídeos de las cirugías que ellos hacían, grababan y revisaban”.
A pesar de todo esto, es un placer escuchar que en los recuerdos de infancia de Laura pesan más los aspectos positivos que los negativos. “La calidad del tiempo que pasaban con nosotras superaba con creces sus ausencias. Además, viajamos a menudo por diferentes continentes donde tenían congresos: recuerdo muy bien San Diego, Florida o la India. Creo que tanto mi hermana como yo hemos sido afortunadas de tener unos padres ejemplares, muy trabajadores y exigentes, y eso nos ha hecho ser como somos hoy en día”.
A Laura le gustaban mucho los idiomas. Los últimos años de escuela, una vez terminado el curso académico, pasó sucesivamente un mes de verano en Inglaterra, Irlanda, EE.UU. y Alemania. Entonces su ilusión era hacer la carrera de diplomacia. “Pero después de estudiarlo, en casa pensamos que la mejor opción sería hacer Dirección y Administración de Empresas”. Con esta vía siempre se dejaba abierta la posibilidad de que contribuyera algún día a dirigir la Clínica Oftalmològica Rubí.
Durante los últimos años de carrera, Laura vio que su pasión era el marketing. Se estrenó profesionalmente en Pastas Gallo, empresa familiar donde durante seis años aprendió las bases del marketing. Después trabajó también en la multinacional Sara Lee y en Colgate-Palmolive. Los padres tenían claro que, de la misma manera que en la clínica reinvertían en tecnología para ser pioneros en innovación, la inversión en la formación académica de las hijas era vital. Así, igual que hizo Elena después en el IMO, al terminar su etapa en el gran consumo, Laura hizo un máster en marketing digital. Una vez terminó el máster, apareció la ocasión de ayudar a la familia en un proyecto concreto.
Como aún no tenía trabajo, estrenó los conocimientos recientemente adquiridos en la clínica. La lógica de la reinversión. “Empecé por la implantación de la historia clínica digital. Y lo que tenía que ser un apoyo puntual se convirtió, ya hace siete años, en mi trabajo”. Al principio se dedicó solo a la parte de marketing, pero poco a poco fue asumiendo también las áreas de recursos humanos y finanzas. Hasta que se convirtió, como ya anticipaba la carrera que eligió, en directora y administradora de la empresa familiar. “Si miro atrás, nunca hubiera pensado que acabaría co-liderando la empresa familiar. Es una gran satisfacción”.
Cuando le pregunto qué es lo que más le gusta de su trabajo, lo tiene claro: “Me gusta hacer posible aquello que a priori parece imposible. Cuando llegué a la empresa familiar había muchas carencias en el ámbito del marketing. Mis padres se dedicaban a la oftalmología y no tenían tiempo para todo”. En este sentido, Laura ha implementado la historia clínica digital, ha montado una página web posicionándola en los buscadores, ha realizado folletos de información de cada patología para los pacientes, ha instalado pantallas en las salas de espera con información sobre la clínica y las diferentes patologías, e incluso ha editado una revista propia.
El paso del colegio a la universidad no fue fácil para Laura. Pero ella lo recuerda con buen sabor de boca. “Tuve que repetir el primer curso y entonces conocí a mi marido, Roger, que es un año más joven que yo. ‘No hay mal que por bien no venga’”, comenta riendo. Hicieron la carrera juntos y, tras nueve años de relación, cuando pudieron independizarse, se casaron. Poco después nacieron sus dos hijos, Martí, de 12 años, y Carlota, de 11.
Laura habla de sus padres con un profundo agradecimiento. “Admiro el coraje que tuvieron cuando, incluso antes de casarse, montaron su primera clínica. Siempre han tenido una pasión por la oftalmología que no he visto nunca en nadie más”. También tiene palabras elogiosas para el resto de compañeros en el día a día de la clínica: “Mi hermana, Elena, ha heredado la pasión de nuestros padres por la oftalmología y destaca por su tenacidad y capacidad de trabajo. El resto del equipo se caracteriza por su fidelidad, discreción y amabilidad con todos nuestros pacientes. La verdad es que sin ellos sería imposible estar donde estamos hoy”.
La chica que los fines de semana se tragaba horas de operaciones oftalmológicas de sus padres en la televisión de casa, la adolescente que en verano viajaba al extranjero y soñaba con ser diplomática, es ahora quien sostiene empresarialmente la clínica familiar: “Al principio no estaba segura de mezclar la vida familiar con la profesional, pero el tiempo me ha enseñado que en muchos casos trabajar con la familia es una gran ventaja. Y tengo la enorme satisfacción de ver que el proyecto que iniciaron mis padres sigue vivo y tiene futuro”.
